El domingo me dieron una magnífica noticia. El San José Obrero había conseguido el ascenso a Tercera División y ese impacto trajo a mi mente recuerdos inolvidables.

Para mí el San José Obrero es más que un club por muchos motivos. Allí empecé a entrenar. Recuerdo como si fuera hoy a los artífices de que comenzara a trabajar en los banquillos. Caro, Honorio y Chiqui.

Con ellos llegué al club siendo futbolista, pero al tercer partido Chiqui, una magnifica persona y gestor de gran categoría, me puso encima de la mesa la posibilidad de entrenar al equipo en Preferente. No me lo pensé dos veces.

En una semana había pasado de ser jugador a dirigir al equipo. Había llegado la oportunidad que tanto ansiaba, ya que siempre quise ser entrenador, pero no iba a ser fácil.

Eran tiempos difíciles económicamente hablando, lo que unido al gran cambio profesional con aspectos como la toma de decisiones tácticas, las alineaciones, o la distancia que había que generar con los que hasta entonces eran amigos y compañeros de vestuarios, hicieron que la transición no fuese sencilla, pero era una etapa necesaria.

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Imborrables los entrenamientos en las Quinientas y los partidos en el Obispo La Plana con una afición entregada.

Allí estuve 3 años en los banquillos, uno de ellos de entrenador/jugador. Esto unido a que durante mi tercer año nos convertimos en filial del Conquense y tuve que trabajar mucho con el por aquel entonces entrenador del primer equipo Ángel Jaráiz, llevó a que viviera un sinfín de pequeñas lecciones que fueron haciendo que madurara como entrenador.

Por todo ello, el San José Obrero es uno de los clubes más especiales para mí y me enorgullece decir que muchas de las personas que allí conocí siguen formando parte de mi vida.

Les deseo toda la suerte del mundo en la andadura la próxima temporada en Tercera División.