El Recreativo de Huelva, el decano de nuestro fútbol no va a morir, porque contra los sentimientos no hay nada ni nadie que pueda.

Mi historia con el Recre fue la de un amor a primera vista. Me encandiló su gente, su directiva y obviamente la ciudad. Es ciertamente difícil de expresar con palabras todo lo que sentí en mi etapa en el club.

Casi cualquier persona con la que te cruzaras en tu día a día anteponía el Recre a cualquier otra cosa. Dinero, trabajo, status, daba igual, el escudo y los colores eran lo primero, llegando al extremo de tener seguidores que compraban su abono aunque eso supusiese ducharse con agua fría por una temporada. Eso es sentimiento.

Y por supuesto están las peñas. Incansables. Dueñas del aliento que todo profesional del fútbol necesita y generosas en el esfuerzo de dar apoyo al club de sus amores y a cada uno de sus miembros (directiva, cuerpo técnico, jugadores…). El cariño que aportan es inenarrable.

Y es que los aficionados del Recreativo siempre están y han estado ahí. En los buenos y en los malos momentos. Recuerdo tanta o más pasión y orgullo durante la fase de ascenso de la temporada 96-97 en la que no subimos, como al año siguiente en el que sí logramos el objetivo y el equipo regresó a la Segunda División. La ciudad era una auténtica piña.

Por todo ello y porque se lo que hay detrás de nuestro decano soy capaz de afirmar que no puede morir, que no dejaremos que suceda y que como no puede ser de otra manera, el sentimiento blanquiazul se impondrá.

Recre, Recre, Recre, viva mi Recre. Viva mi club Recreativo.