Comenzábamos el mes con la noticia de que teníamos por delante 42 días seguidos de fútbol, con todo lo que ello conlleva. Y no hablo de las consecuencias para los espectadores, muchos de ellos contentos por poder disfrutar del deporte rey todos los días durante el próximo mes y medio, me refiero a los equipos y sus plantillas.

La competición comenzó el pasado mes de agosto y la carga de partidos ha sido intensa. Los minutos en las piernas de los futbolistas se notan, pero no es excusa para no dar el 1000 x 1000 en esta recta final de competición.

Llegados a este punto, el aspecto mental es se convierte en esencial. El concepto físico ya no vale como excusa, porque se sobreentiende que se debe llegar en pico de forma.

Lo mismo ocurre con el aspecto táctico. Todos los equipos saben a estas alturas de temporada a qué tienen que jugar. Los automatismos y conceptos de juego están trabajados hasta la saciedad. Por ello, la clave reside en que mentalmente hay que ser muy fuertes porque cualquier error te lleva a no conseguir los objetivos, sobre todo en competiciones en las que un mal partido te puede dejar fuera.

En síntesis, hemos llegado a ese momento del año futbolístico en el que los más fuertes (mentalmente) maximizan sus opciones de alcanzar lo que se proponían a principio de temporada.